Tus escritos

Soy marica ¿Y ahora qué?

Crece escuchando cuentos de príncipes azules que llegan montados en caballos a rescatarte cuando estás en apuros. A lo mejor no eres tan damisela, vas creciendo y la idea de que te rescaten te aburre profundamente, pero en ese momento no prestas demasiada atención; hay mucho que aprender.

Te haces un poco más grande y comienzas a interactuar con chicos, en mi caso no tan grande, los primeros besos llegaron a esa fiesta a freír los tequeños. Muy rico todo, pero sientes que algo falta; los parámetros sociales te dictan que eso es lo que hay. Tus amigas escuchan canciones románticas y sueñan con el príncipe, tú prefieres echarte una partida de Play Station con él.  

Un día te despiertas y de repente una de tus amigas te parece más linda que nunca, el cabello le huele divino y las pijamadas te alborotan las hormonas. ¿¡Qué está pasando conmigo!? No existen los referentes, no había maricas en el prime time de la tv, para ver The L Word no te dejaban quedarte despierta, y no teníamos a la mujer maravilla para tener sueños húmedos con Gal Gadot. En fin, no entiendes nada hasta mucho después.

Eres adolescente y empieza la locura, la aceptación es de vida o muerte, pero la gente empieza a probar cosas nuevas. Te vas dando cuenta de que hay otras chicas de tu mismo planeta; vas buscando excusas y llega el primer beso que en realidad cuenta, vuelves a nacer; pero esos intentos siempre terminan en corazones rotos. Se aprende mucho, sobre ti, sobre el amor y sobre la vida; se obtiene la certeza de que el príncipe azul no es la única opción y se le destiñe la capa, pierde el lustre y se pierde en el olvido.

Desafortunadamente, esas alegrías para la piel vienen acompañadas de miedos. Te empujan dentro del closet cuando eres la única de tus amigas que no ha llevado al noviecito a la casa y cuando la religión que te han inculcado toda la vida te dice que eres un monstruo. ¿Me voy a ir al infierno porque amo a una mujer? La ansiedad se escucha fuerte y claro mientras una hace un voto de silencio y separas la vida familiar de la vida personal cuando por definición deberían ir juntas. De repente hay dos tú, la que conoce tu familia y la del universo paralelo, el producto de consumo masculino, la que se va al infierno.

A veces el closet es de cristal, otras veces es de madera, de cualquier forma, siempre es para guardar las cosas que no se usan, no para pasar media vida encondiéndose. Las tías preguntan por el novio y contestas que estas muy concentrada en tus estudios y no tienes tiempo para esas trivialidades, así como quien se hace la interesante. Con las ínfulas de buena estudiante lo único que logras es aislarte, y de pronto vas dejando de existir por partes; no eres la misma en casa con tu familia y con tus amigos, ahora eres dos personas que habitan el mismo cuerpo y el silencio te asfixia. Es demasiado trabajo vivir dos vidas, existir por turnos.

La vida en el closet dura lo que tiene que durar, lo que resistes contigo y tu otra tú. Hasta que ya no toleras la mentira, o te sacan del closet de una trompada. De cualquier forma, siempre es un alivio; después de la sacudida, de pronto, puedes respirar otra vez.

El primer paso es decirlo en voz alta: “soy marica, lesbiana, gay, homosexual, cachapera” con el que te sientas más identificada para renacer; cuando lo dices en voz alta se hace real. Uno renace un millón de veces, de pronto tienes nueve vidas. El segundo paso es mirarte al espejo y aceptar lo que ves, eso es lo hay; acéptate, guapa, existes y no estás sola.

Sigues creciendo, cuando te aceptaste todo es más fácil; te pones más bonita, de repente brillas en colores. Te crece el pelo y las uñas, y empiezas a hacer cambios; te estas descubriendo, reencontrando y finalmente dejaste la máscara guindada en el closet para no volver a ponértela.

Empiezas a salir, a reír y a vivir, pero también comienzas a darte cuenta de lo injusto que es el mundo. De repente te enteraste de que una amiga emigró con la novia, se enfermó y murió en los brazos del amor que persiguió. Su novia no pudo reclamar el cadáver porque “no es familiar”. En ese momento, amiga mía, el terror te vuelve a helar la sangre, vuelven las oleadas de ansiedad y los latigazos son más fuertes, porque esa frase te destroza las esperanzas de que te consideren normal. 

Ya mujer, lesbiana hecha y derecha, te das cuenta de que algo hay que hacer y ese es precisamente mi motivo de regalarle al viento estas líneas. Escribo para inspirar, para luchar y reivindicar derechos. Escribo porque quiero cuidar a mi novia en cualquier situación, porque tengo derecho de soñar con casarme en mi país, de que reconozcan a mi esposa como tal así sea para pasar su tarjeta en la panadería. Hay tanto que hacer que no podemos quedarnos de brazos cruzados, no neguemos nuestra propia existencia.

Este es mi grano de arena, me encantaría que me hicieras llegar el tuyo.

Autora: Hilary Escalante | @10_hilli

A %d blogueros les gusta esto: